No se puede negar que en el arte de Messa se puede ver la expresión de un temperamento creador. Dentro de un clima evidente de austeridad cromática, consigue plasmar y compartir con el más exigente contemplador de su pintura, su constante aventura de la mente en función de búsqueda plástica.
A pesar de que su origen fallero-valencianoide le habría podido desviar de su camino de sinceridad constante expresiva: Messa nunca se ha dejado llevar por la facilidad gratuita del cromatismo, ni halagar con una equívoca captación de la realidad extrovertida de la luz.
Sus obras reflejan la viva proyección al exterior, de su anhelo constante de superación expresiva. No se traiciona en su autenticidad; personal, de sinceridad creadora. Va directamente a sugerir captaciones del trasmundo, que se significan por la claridad imaginativa. Llega, cuando le hace falta, al riesgo de la aventura en su propio sentimiento creador. Pintura seria, de tono grave, cuando, a merced de su necesidad de expresión, le exige la plasmación adecuada a la circunstancia anécdota depresiva.
Pintor de vanguardia, queda entendido, es Messa. Sus obras hablan por él. El pintor ha entendido que en el arte no hay cabida para los halagos que, a menudo, no alimentan el vigor del impulso creador.
Josep M. de Sucre
1963
Messa tiene un significado muy especial que le permite llevar todo un campo dado del espectro de la pintura actual a causa del camino que escogió en el momento de la crisis del informalismo. Hubo quien, en ese momento, renegó. Hubo quien se obstinó. Como dice Darwin, la supervivencia está en los que, sin dejar de ser ellos mismos, saben responder a la circunstancia alterna del mundo con la misma vitalidad.
El informalismo ha sido para él dos cosas. En pintura; una búsqueda de la materia, de la textura, del cuerpo presente, con sus valores táctiles. En el dibujo, con las aguatintas, la consecución de unos sistemas de veladuras que, por un método visual, proponían musicalmente el problema de ver o no ver.
Al salir de este instante, en la fecha de 1962, las pinturas blancas de Messa realizaron una síntesis interesante. Los valores táctiles, la vibración de la textura, se depuran cuando se liberan del color, valor visual. Por otra parte, el problema visual de las aguatintas se liberaba de la materialidad del papel y del pigmento para plantearse el fenómeno puramente óptico de lo visible y lo invisible. Sus pastas blancas, en efecto, tenían espacios escondidos, lugares sugeridos, interiores con un dramatismo de una actitud de abrirse o cerrarse. Sus conjuntos se convierten así en paisajes circulables, en personajes respiratorios, en anatomías con intimidad, en mundos, dentro de los cuales era posible esconder la imaginación o el deseo, alejarse de lo diáfano de las cosas tangibles para encontrar la penumbra de los lugares inconcretos, en los cuales los sueños no pueden ser desmentidos. Existe, quizá, un fondo psicológico de timidez en este gusto por esconderse. Quizás también una visión sexualizada por la posesión del mundo.
Alexandre Cirici
1965
Es muy revelador observar –en todos los niveles de la profesionalidad artística– el repertorio de actitudes ante la confusa situación postinformal. En momentos así, cuando se ve tanto encopetado oportunismo, es ciertamente consolador encontrar cualquier hallazgo avalado por la sencillez y la buena fe. Yo supongo que ése es el caso de Messa, un pintor más bien tardíamente incorporado al oficio del arte. Tal vez por ello, conserva intacto –y espero que no lo pierda nunca– el honesto sentido de la vocación y el valor del entusiasmo desinteresado.
Sus últimas obras nos lo muestran como una especie de constructor. Los cuadros se configuran formalmente, e incluso la simetría evoca en ocasiones esquemas humanoides. Los objetos –el picaporte, la plomada o lo que sea– se integran a unos conjuntos estructurados, sobrios, como de albañilería elemental. Los valores formales y espaciales –perforaciones, relieves– aparecen sobriamente equilibrados, fundidos con el reposo de los conjuntos.
Vicente Aguilera Cerní
1965
Hay que detenerse sobretodo y atentamente, muy atentamente, delante de estos “cuadros” que Messa ha titulado “construcciones”. Toda la obra de Messa es interesante, no cabe duda: Miradla; parece nacida de una energía oscura, reconcentrada como un combate a la vez sin esperanza y sin desistir. Pero creo que son las “construcciones” lo que mejor nos revela el drama implícito en su trabajo. Que, en el fondo, es el drama de muchas pinturas actuales.
He escrito “cuadros” entre comillas. ¿Son esto realmente “cuadros”? Los colores, el pincel, la superficie básica -lienzo o muro, mesa o papel, lo que sea-, ¿qué papel han tenido aquí, en el proceso creador? ¿Será honesto seguir hablando de “pintura” cuando el pintor se desentiende, con premeditación, incluso con rabia, de unos elementos que “siempre” han constituido la esencia de la pintura? Desde las cuevas de Altamira a Picasso o Miró, pasando por los románicos, por Rafael, por Watteau, por Renoir, la pintura había aceptado sus límites, y se había complacido. Ahora, los pintores se rebelan. Lo vemos en estos “cuadros” de Messa, donde la materia ya no es materia “pictórica” y ha sido tratada como una posibilidad de relevo, táctil más que visual. No es Messa el único que lo intentó. Si lo fuera, su caso sería curioso pero sin importancia. No es él el único: son muchos los pintores de nuestros días que se atreven con la “transgresión”. Nosotros, espectadores, público, tenemos que acercarnos con buena fe y voluntad de comprender. El artista siempre tiene razón: hace aquello que cree que ha de hacer y nadie tiene derecho a discutir sus opciones.
Messa plantea el problema con una proximidad cordial, violenta. Él es de Albaida: un vecino. Sus “construcciones” no están difuminadas por un lejano exótico o remarcable, sino que han sido maquinadas en nuestra intimidad colectiva. Una palpitación universal se repite en el reducto doméstico. Por fortuna, tampoco en esto Messa es un solitario. Da igual. Es satisfactorio el hecho que, por encima de la mediocridad provinciana, rutinaria o templada, una voz o una mano –una inteligencia–, venga a proclamar un interrogante cualquiera, vivo y abrupto. Por ejemplo, el de los límites de la pintura. ¿A dónde va la pintura en este momento? Después del informalismo, después de tantas y tantas experiencias que suponíamos “últimas insuperables, todavía existen más. Messa nos ofrece su tentativa. Acerquémonos: atentamente, muy atentamente.
Joan Fuster
1966
LA PINTURA DE MESSA
Observando, en general, los cuadros de Messa nos da la impresión de que necesitara recuperar urgentemente algo perdido. Bien el erotismo en su última fase, bien la facultad de pensar con o sin el pincel y la materia en todos sus cuadros. En efecto, en sus actuales trabajos el hecho sexual aparece desprovisto de todo lo que pudiera ocultar su humanidad, se trata de recuperar la expresión de lo que no se ha podido decir. No se trata de poner al desnudo a la vista del público. Se trata de sugerir la afirmación humana de lo erótico, acostumbrar la retina humana a gozarse en algo que se nos ha dado bien distorsionado, o casi siempre silenciado. De aquí que le definamos como madurez juvenil desparramada.
Pero este clima de recuperación de facultades perdidas también aparece en el resto de su obra. Cada cuadro se convierte en un acto de libertad interior, y transformando la material -desde el procedimiento clásico al uso del papel pintado-, obtiene siempre algo más que plástica. Parece indicarnos, jugando a pensar cuando lo oficial era no hacerlo.
Estaba recuperando lo que el franquismo nos arrebataba. Y todo ello al servicio del hombre. Del que crea el producto y del que lo contempla. Podemos afirmar en este caso que el pintor se expresa en su obra y expresa a su tiempo, ese tiempo que él mismo es, para decirlo con palabras de ese Horacio valenciano que es Joan Fuster. Creemos esto suficiente mérito para que su obra sea contemplada.
José Luis López Céspedes
Almería – Junio 1980
I. Un artista
De todos los artistas que he conocido en Valencia, Messa quizá sea el más anárquico. Messa es un artista atípico que violenta y excede por completo los convencionales sistemas de etiquetaje historiográfico. Messa, pero, es, al mismo tiempo, un artista tópico que reúne en su personaje y en su obra esta suerte de características, actitudes y incoherencias coherentes que el público suele atribuir al artista. Messa podría ser, pienso, el último dinosaurio de una especie que se extingue, la de los artistas a los cuales la sociedad acaba de reconocer como tales, incluso al margen de su obra. Para eso ha tenido a su favor una biografía perfecta, que es en última instancia su obra más acabada y contundente y también un extraño instinto para nadar a contracorriente. Por el contrario su desventaja ha sido la carencia de esta capacidad de autopromoción que caracteriza a los dinosaurios, y también de haber estado en Albaida la mayor parte de su vida. Muchas veces me he preguntado sobre el destino de un Messa que se hubiera desarrollado en París, Zúrich, Berlín o Nueva York.
En círculos muy limitados, Messa ha sabido ganarse, poco a poco, una reputación incorruptible, que va desde la irregularidad hasta la sorpresa, pasando por el afán didáctico y la ingenuidad, y todo ello desde el último rincón de su pueblo natal. 1 es que, a pesar de su exilio interior, Messa ha sabido conectar con las personas adecuadas y estar presente, en sucesivas ocasiones, en los lugares donde sucedían las cosas.
A título de ejemplo, hay que hablar del inicio de su trayectoria en Albaida, entre los polos significativos: Segrelles y Monjalés, el anciano y el joven, la experiencia y la inquietud, el pasado y el futuro. O de su participación, a finales de los años cincuenta, en las tertulias de la cafetería Monterrey, coincidiendo con la joven generación de artistas que iba a superar definitivamente a Valencia, la tediosa inercia de la postguerra. O de su fascinación por el informalismo, en la Barcelona de principios de los sesenta, de la mano de Cirici y de Josep Mª de Sucre y mediante los “Salones de Mayo”. O, finalmente, de su retorno a Valencia en el momento en que la figura crítica iniciaba su irresistible ascensión y de su voluntaria reclusión en Albaida.
II. Un encuentro
Allí precisamente conocí a Messa, hace algunos años. El motivo fue una conferencia que me encargaron, el título de la cual estaba relacionada con el arte, la fiesta y la vida. Ya expliqué en otro lugar, como el público heterogéneo de la conferencia se dividía en dos mitades, los que querían saber cosas y los que ya las sabían, y como entre las dos mitades llamaba la atención un individuo que me miraba oblicuamente. Era Messa y, según parecía, tenía una media sordera que le impedía mirar de frente. Esto lo supe después de la conferencia, en un coloquio improvisado que mantuvimos en la calle hasta altas horas de la noche. A partir de este momento nuestra relación se enriqueció con una correspondencia y algunas visitas casi unilaterales, y también alguna colaboración típica artista-crítico.
He de confesar que el personaje constituido por Messa me fascinó desde el primer momento, aunque, en cierta manera, me incomodaba la resistencia que él mismo y su obra ofrecían al etiquetado. Mi solución tramposa fue la de considerarlo un poco excéntrico, sin darme cuenta de la abrumadora lógica que brotaba de su trabajo.
III. Una propuesta
Más tarde entendí que lo que distinguía a Messa de otros colegas era su capacidad de funcionar a contracorriente. Messa no practica un arte “de moda”, como tampoco un arte “de primera línea”; más bien, al contrario, el único concepto que me sugiere su práctica artística es el de retaguardia. El concepto de retaguardia resulta enormemente útil y explicativo. Veamos. Imaginemos dentro de las herramientas artísticas existentes algo que se llama “Vanguardia” y que uno de sus objetivos fundamentales consiste en conquistar el futuro en el presente, con dos instrumentos imprescindibles, la historia y la experiencia y un tercer elemento que surge de los dos, la radicalidad. Pues bien, pienso que si de esta heterodoxa ecuación eliminamos la historia, surge inevitablemente la retaguardia.
Soy consciente que vivimos en un momento confuso, en el cual las etiquetas y los prefijos artísticos se han multiplicado demasiado, y no pretendo en absoluto aumentar la lista. Encuentro, no obstante, que el caso de Messa, como en el caso de determinados artistas, que no voy a citar ahora, puede ser desvelado gracias a esta idea. Artistas que ante la alternativa entre la fórmula primera y el utilitario eligieron el Morgan, conscientes o inconscientes del anacronismo, pero seducidos por la soledad del taller, lo irrepetible de la mecánica y lo inefable del resultado. Me temo que los artistas son más libres, y por tanto los más felices, pero el precio de todo eso es la marginalidad, sino la marginación.
IV. Una Obra
Los registros artísticos realizados por Messa son tan diversos como anacrónicos. A sus 69 años podemos decir que ha pasado de todo. Su primera pintura autodidacta es naturalista. Sus primeros riesgos no se entienden sin la tentación cubista. Y la mayoría de edad como pintor está representada por oscuros ejercicios informalistas.Y todo eso a destiempo, sin que toque, a contracorriente.
La madurez plástica de Messa está marcada por una etapa “neofigurativa”, esculto-pictórica –quizá la menos anacrónica, si tenemos en cuenta ciertos ejemplos franceses, catalanes y algún valenciano–fundamentada en cuadros blancos cargados, con dos orientaciones básicas: una de carácter geométrico y otra de carácter sexual. En las dos el juego plástico se soporta en una densa aplicación matérica que ya incorpora elementos reales. Sobre esta base el pintor configura y moldea formas esquemáticas con un contenido simbólico fuerte. Independientemente que en algunos casos, las formas remitan a referencias maquinistas y en otros a referencias carnales, estamos delante de una misma serie, que nos habla del incuestionable oficio en el tratamiento de la materia y de la sustancia narrativa absorbida por el artista.
Asimismo, Messa no se detuvo aquí. Su particular poética requería un lenguaje menos “académico” que el ofrecido por el post-informalismo. Animado por ciertos descubrimientos de las corrientes neodadaístas de los sesenta, Messa inventa su alternativa más sofisticada, más personal, el Art Gandul y los “apega-sants”, versión plana del primero. Con la ingenuidad que le caracteriza nos cuenta que estaba harto de pintar y que descubrió que era mucho más cómodo escoger un objeto y ofrecerlo, presentarlo. El proceso es meramente “duchamptiano”. Con el Art Gandul, Messa acomete contra su persona atentado contra el virtuosismo artístico, a la vez que reinventa el “ready-made”, sin conocerlo. El elogio verbal de su propio proceso es tan grande que se puede hablar de reinvención sin riesgo.
Es posible que Messa hubiera visto alguno de los “combine-paintings” de “Rauschenberg”, así como algunas de las aportaciones de los artistas pop americanos y que esto le ayudará a decidir que no hay que ser tímido con tus propios artefactos, ya implícitos, por otra parte en su Serie Blanca. Los “ready-mades” de Messa, si se puede nombrarlos así, son la concreción objetual de los procesos mentales o de incoherentes juegos verbales, y surge de su preocupación e interés por fa crueldad del lenguaje popular. Por eso podríamos decir que la aportación más clara de Messa en el arte objetivo ha sido de dotarlo de un espíritu que disimula sus intenciones, desvergonzado y equivocado.
V. Una conclusión
La última y la más ambiciosa intervención artística de Messa ha sido la construcción de un “environement”, “Les Petites Puces de París”, en su casa de Albaida, empapelando una habitación entera y diversos objetos de grandeza natural en papel de periódico. Consciente de la limitada difusión de este ejercicio, Messa lo redujo para fotocopia y lo envió por correo a diferentes amigos.
Yo creo que tanto el planteamiento de la obra, como su sistema de difusión, resume convincentemente la actitud de Messa que yo he querido explicar a lo largo de este texto. En “Les Petites Peces de París”, Messa está reinventando, una vez más, algo que ya existe, pero el valor de esta reinvención no reside obviamente en su falsa novedad sino a la lucidez de un artista que, asumiendo su discurso lleva a la práctica lo que su propio proceso le pide, sin preocuparse de nada más. Poco importa que el resultado no esté ya “de moda”, poco importa que muchos lo den erróneamente y autosuficientemente por sabido. Lo que de verdad importa es que haya decidido a hacerlo. A veces pienso que nos hace falta retavanguardistas como Messa.
Pablo Ramírez
1984
Apenas cruzamos el umbral de Messa el espacio del marco-cuadro vuela en una explosión.
Pinta, compone, sin presiones, sin cuestiones, incesante.
Sus obras-materia nunca se detienen, a pesar del rigor que el autor utiliza para retenerlas.
… Parecen hechas para ser quemadas…
De aquí, quizá, viene el dramatismo que ellas acusan.
Sus obras devuelven fuera del marco una multitud de referencias.
No sabemos si estamos en el interior o en el exterior. Como los video-clips donde el juego técnico, el procedimiento, toma tal importancia como el sujeto que la sustenta para producir otra dimensión espaciotemporal.
Messa, concentra, comprime, reduce la dimensión de su discurso, al tiempo de su imagen para extraerle un módulo formal, portador de una fuerte carga energética y expresiva: desborda plural, loca de austeridad; envade su entorno, y se desarrolla vinculando erotismo, pobreza, ternura, crudeza, escándalo, luz, profundidad, humor…
Messa se salva de todo sistema, moda y corriente artística. Esto en su obra aparece con una sorprendente actualidad.
Me parece como un ceñudo mirón que se agita de un lado a otro de la “cerradura” –marco– del cual el poseído es, a pesar de la llave: sus obras.
Santiago Sempere
París, 13 de agosto de 1984
Messa utiliza, apartando la estricta cronología, la parte más destacable de su trabajo artístico. Un trabajo que huye de las cualidades de belleza y el placer estético y se introduce en una cosmología vitalista, cerca del arte povera. Lo podemos ver en sus obras de Art Gandul, donde es fácil observar un culto evidente a los objetos en desuso, al detritus: muñecas descuartizadas, calcetines sucios sobre un fondo de pizarra envejecida.
Messa es un exponente claro y alumno del dadaísmo europeo, pero a diferencia de sus congéneres franceses e italianos, que se dedicaron a romper coches, camiones y otros objetos de chatarra, su quehacer nace del contacto con la realidad que le envuelve, su pueblo, Albaida, donde vive, lejos de la ruidosa metrópoli.
Joan Vicent Aliaga
El Temps, 12 Noviembre 1984
DELIRANTES DESCARGAS
Una de las primeras cosas que te viene a la mente cuando contemplas la exposición antológica de Messa en Parpalló, es lo grato que resulta comprobar como un pintor que ha pasado la frontera de los 65 años, se sienta todavía en condiciones de sorprendernos favorablemente, o quizás sean los mismos que le proporcionan la edad en forma de falta de prejuicios y de tiempo de destiempos, de libertad integradora de cuanto conoció y cuanto desea aún probar.
Se dice que la pasión niebla el discernimiento, lo cual nos deja un poco melancólicos a los impulsivos, pero nublado o no confieso, de entrada, mi seducción por la obra de Messa, el artista de Albaida que ya sea en su pueblo, ya por esos mundos que ha frecuentado poco, campa a su aire, con insólita originalidad desde hace bastante tiempo. Comento mi predisposición favorable porque más allá del análisis de la indiscutible calidad de su obra, Messa provoca un encantamiento primario de atracción irresistible en el espectador, al que nunca deja indiferente, que sin darse cuenta se encuentra convertido en adicto a todo lo contrario.
La nutrida exposición que satura por completo los dos pisos de la sala reúne las obras de Messa, de sus diferentes épocas, etapas pictóricas; obra retrospectiva y producción actual que nos permite una revisión panorámica de su quehacer plástico. Ante todo, nos percatamos que el carácter independiente, anárquico de Messa, lo particular de sus intereses a la hora de buscar su propia “verdad pictórica”, le ha llevado a acercarse a cada uno de los puntos del amplio abanico de posibilidades que se extendía ante sus ojos sin abandonar del todo ninguno. En su recorrido se detuvo, no demasiado en diferentes opciones: pintura autodidacta naturalista, escarceos cubistas, obstinado informalismo…, hasta llegar a la etapa neofigurativa, que marca su madurez plástica, y posteriormente te a la sofisticada alternativa del “art gandul” y los “apega sants”. Finalmente, en la actualidad, Messa nos sorprende con ese ingenioso y delirante vértigo que constituye “Les petites puces de París”. Se apresta al alucinante recreo de empapelar con periódicos cuanto encuentra: objetos reales tangibles, de tamaño natural, con el propósito de crear su particular “environement” con aquello que le resulta entrañable. De esta manera, en la línea Karkiana arrancado del uniforme de la realidad, se concentra fantásticamente en las minucias cotidianas, pero notando los síntomas alarmantes del equívoco de lo sólidamente establecido, enloquece en ese vértigo de hacer productiva su consciencia delirante, rehuyendo cualquier sobrentendido tranquilizador. Escenifica visualmente sus personales secuencias y consecuencias, tapando los resortes hilarantes que contiene toda aplicación rigurosa de la lógica, cuando esta se mezcla con el pantanoso terreno de la realidad. Zapatos, una máquina de coser, un botijo, un caballete, una muñeca…, todo minuciosamente empaquetado y transformando con la fantasía de su libertinaje subjetivo.
La contemplación de esta perspectiva nos lleva a la conclusión fundamental de que Messa se singulariza, ante todo, por su apego al oficio, lo cual, le permite dominar las técnicas más diversas y que la mezcla de lo sarcástico con lo patético en la elaboración de sus inquietas experimentaciones le abocan, irremisiblemente a una tierna solidaridad con la solemnidad risible de las criaturas.
Olga Real
Levante – 1984
Proteico, vitalista y buscador incesante, Messa está dispuesto a envolverlo todo con papel de periódico. Una parte de la exposición actual es un bosque con árboles y seres de letra impresa fugaces. También hay dibujos perezosos con los que pone de manifiesto su ingenio plástico. También existen las bromas inevitables con objetos y piezas de ropa interior. Y hay, dentro del abarrotamiento, buena pintura. Messa explica el laberinto por donde se mueve y demuestra que sabe salir cuando se desprende de la violencia de los colores y entrar en estancias solitarias, donde pinta con luces frías. Recomiendo la visita.
Josep Maria Cadena
El Periódico, 12 de mayo de 1987
Una de las cosas que de repente todo el mundo piensa cuando se contempla la exposición retrospectiva de Messa (Albaida, Vall d’Albaida, 1915) en la galería Estol es como un artista que ha cruzado la frontera de los setenta años que todavía posee energía para investigar dentro de lenguajes tan exaltados. Messa, impulsivo, vital, con un cierto encanto primario, ha llevado a cabo, a lo largo de su carrera, una obra de una originalidad insólita. Esta muestra, que recoge piezas de las distintas tendencias que practica, nos permite darnos cuenta del carácter independiente y singular de Messa.
En su camino artístico ha trabajado las diferentes opciones que se le han ido presentando: pintura cubista, estudios informalistas, pintura neofigurativa, hasta llegar a la alternativa del llamado Art Gandul, en el cual rinde culto a los objetos en desuso. De esta forma Messa aprovechando el discurso de las corrientes que más le interesan y sin ningún perjuicio es capaz de crear un “environament” a base de objetos para él entrañables (los muebles de su casa, el caballete…) empaquetados con papel de periódico y objetos rechazados por la sociedad (muñecas descuartizadas, zapatos viejos…).
Patética y sarcástica, dramática e inquietante, así es la obra de Messa, un artista lanzado al vacío de las experiencias.
Conxita Oliver
Avui – 17 de mayo de 1987
Veterano, autodidacta, quijotesco, Messa ha hecho guerra por su cuenta; nacido en Albaida (País Valenciano), 1915, donde ha transformado casa solariega Museo; sus inicios barceloneses (1962), socio “Cercle Sant Lluc”, se integra en Movimiento inquieto renovador “Ciclos Arte Hoy”, fundado por Owe Pelsjó, E Valbuena, Lluís Bosch, Joaquim Llucià, Teo Asencio, Mensa, Chueca, Messa, Amelia Riera, Emilia Xargay; promotores “Premio Internacional de Dibujo Joan Miró” (Messa, obtuvo Mención honorífica, primer certamen, 1962), M.A.N. (Manifestación Arte Nuevo) colectiva muestra vanguardista arte vivo (años sesenta-setenta), participa en clásicas exposiciones “Salón de Mayo”, “Premio de Dibujo Ynglada Guillot”, comparte penurias con amigo Sucre, 1965 forma parte “Grup 5 Forma (cuadros objeto, Aulestia, Coma Estadella, Kaydeda, Messa, Rey Polo, Rodríguez Cruells); cruce caminos vida, personal, cargado irreductible inconformismo.
Progresión su producción consigue (años cincuenta) estructuración firme volumétrica, cromatismo denso, color después superación formal; conoce el informalismo expresivo referencias, incorpora objetos, “index Pop”, signo “nafres vida”; se sumergirá después en el Conceptualismo, dándole sentido crítico.
Momento determinante (1974), gama consigue transparencia limpia, imágenes sensible euritmia llena grito lírico expresivo; figuras se transforman sólidas estructuras, acentuación esquemática planos, conjunción diferencias, contrariedades, punto proyección escultórica dimensión plástica.
Incorruptible vocación pictórica, capacidad creativa Messa, fiel si mismo, sus raíces, principios, participa su retorno Barcelona, después lejanos años, joven madurez, espíritu abierto; a pesar de todo, resopla su obra personal estilística serenidad, frente determinación traviesa naturaleza.
Josep Vallés Revira
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL CRÍTICOS ARTE Barcelona – Mayo 1987
El universo de Messa es múltiple, aunque existen algunos puntos que destacan, quizás por la insistencia con que Messa acude hacia ellos a lo largo de su trayectoria.
La necesidad de creación artística como medio de expresión vital: tiene que esperar hasta la madurez para encontrar en sí mismo esta vertiente. Empezó como una afición autodidacta, que compaginaba con el ámbito profesional y al final se convirtió en una necesidad que envolvió como una niebla espesa su vida, cosa que enturbió su dedicación en los negocios familiares de Albaida.
Messa siente una fuerza interior que le empuja a crear continuamente, a dedicar todo su esfuerzo físico y mental a la tarea artística.
El tema de la crítica social está destacado en la órbita de Messa: desde joven, por la experiencia familiar, desarrolla una aversión hacia la burguesía, el dinero y la sociedad capitalista. Siente una gran disconformidad hacia la sociedad que le rodea y la expresa a través de sus obras, reflejando la miseria social e intelectual del momento. Destaca la pobreza, más noble para él, a la vida dominada por el dinero. Así se decanta por sistemas de recuperación de objetos insólitos u obsoletos para rechazar el consumismo y de dignificar la pobreza.
De todas formas, uno de los temas que más recurrió de su producción es el de la mujer y el erotismo, con diferentes estilos, técnicas y enfoques, pero siempre planteando una reflexión sobre la fascinación que le provocan las formas femeninas: el sexo femenino es asimilado como un componente de profundidad y el pecho de opulencia; estos dos junto con el ojal y el pliegue son elementos plásticamente misteriosos, que le inspiran en la creación de una forma dominante. Y lo hace tan asiduamente que llega a unir la abstracción y la figuración, para sintetizar composición y erotismo. Tiene una posición intelectual, pero también sensual, sensitiva. Además no presenta mujeres típicas de la sociedad, sino que presenta mujeres expresivas, sexuales, en situaciones directas y a la vez líricas. Detestaba el círculo provinciano de mentes cerradas, de las cuales él se distanciaba de forma diametralmente opuesta, expresándose abierto y sin tabúes.
Por lo que respecta a la cuestión compositiva, Messa demuestra un gran interés de búsqueda: busca en los laberintos formas imaginarias, en la circulación dentro del espacio, en los volúmenes, la tridimensionalidad. Esto hace que tome la opción escultórica de forma asidua, a partir del momento en que él asume una seguridad en su propio estilo, con ejemplos como los del “Art Gandul”.
En la construcción del “environament” llamado “Les petites puces de París” conjuga la fantasía de un mundo imaginario propio de papel de periódico y la reutilización y manipulación de objetos viejos. También destaca en esta obra el hecho que la composición no se queda inalterable a lo largo de los años, sino que tiene una vida propia (la degradación) que hace que evolucione con el paso del tiempo. L’environament pasa a ser independiente del artista, que lo abandona, olvidando e iniciando un proceso de cambios lentos propiciados por la naturaleza.
Esta obra tiene conexiones con tendencias nuevas aparecidas a partir de la década de los sesenta (como el tantas veces nombrado “Ready-Made” de Marcel Duchamp, el Pop Art, “El Equipo Crónica”, el Minimalismo, “l’assemblage”, los “ambient” Neo-Dadaístas, etc.), aunque no son conexiones hechas conscientemente por Messa, sino que son innatos en él, venidas por su carácter de búsqueda, y que le sitúan en una línea paralela a la de estos movimientos y demostrando la gran capacidad creadora que tenía, aunque fuera un artista recluido en un ambiente cerrado, lejos de la actualidad artística.
Por lo que respecta al tema de los colores, Messa no hablaba mucho; vemos, si no, una identificación del color blanco con su tierra, el campo, Valencia.
Messa se presenta como un artista admirable por su esfuerzo dedicado a la evolución del mundo del arte, pese a los inconvenientes que sufrió y como un personaje de una gran fuerza y vitalidad, características que transmitía a su obra, igual que el inconformismo que lo conducía a llegar más allá, a no quedarse parado. Que Messa llegara al punto donde lo hizo supone una gran superación de él mismo, dado que fue capaz de abandonar una detrás de otra todas las técnicas y estilos que había practicado anteriormente, de avanzar en el tiempo y en el oficio de artista, de avanzar en coherencia a lo que ha sido la evolución del arte a lo largo de tiempo, pero sin olvidar el bagaje que le había proporcionado la experiencia de trabajar con otros estilos, que por fin llegaron a ser obsoletos para las necesidades expresivas que tenía Messa.
Creo que queda de manifiesto, finalmente, que es totalmente lícita y urgentemente necesaria la reconsideración de Messa como uno de los artistas más interesantes de este país, en el futuro tendremos un conocimiento de este hombre de gran personalidad y de contenidos profundos, ahora que ya no nos acompaña.
Susana Domínguez i Albiac Tarragona – Enero 2000
EN RECUERDO DE “MESSA”
Diré, de entrada, dos afirmaciones, con las que -a medida que el tiempo va pasando- más me identifico: una, que el arte es un medio de concebir el mundo visualmente, y otra (no por mencionada en segunda lugar, menos abrupta, si bien convicta), que los artistas ven lo que quieren ver, ya que el arte -entre otros muchos atributos- tiene el de ser constructor de la realidad.
Queda claro que suscribo estas aseveraciones mientras recuerdo a Francesc Sempere “MESSA” (Albaida, Valencia, 1915-1996), personaje singular definitivamente instalado en ese vasto lecho -la historia- destinado al yacer de la memoria. A la hora de dejar este breve testimonio acerca de su contribución al orbe de lo artístico, he revisitado -con delectación morbosa, dicho sea sin rubor- las imágenes impresas de su plural y diversificada producción plástica, al tiempo que se han reproducido -como fútiles fogonazos- en mis vivencias, esas impresiones visuales que “almacené”, allá por 1984 (merced a la retrospectiva que le brindó la Sala Parpalló ), de su pintura y su escultura, ambas hechas a contracorriente, con deliberada marginalidad.
Esta “visión” mía surge desde (y con) el tiempo, -aquella sustancia inmaterial en cuyo ámbito fluye toda la existencia-, y con la no menos introyectada idea de que el arte -eso tan aparentemente inútil, pero tan absolutamente necesario-, pueda ser contemplado desde diferentes enfoques.
Deberíamos preguntar(nos) por qué nos atrae -y más ahora- la figura de Messa. Sí. Ese creador de l'”Art gandul” y de l'”Apega-Sants”: un autodidacta que, una vez cumplidos los cuarenta, se adentró por la espesura de la experimentación artística con el propósito -lo cual es todo un mérito (en nuestro siglo, y en nuestros pagos)- de “sorprender”, es decir, de sorprender(nos)…
Y ahí está su obra, que hoy evocamos, la cual responde a diversificados registros derivados de múltiples acontecimientos artísticos: conexión empática con el tachismo negro, sintonías con el dibujo “japonés”, estiramiento de flecos con respecto al cubismo, al informalismo, a las abstracciones (servidas con la técnica del “collage”) fraguadas al calor del constructivismo, a sus apropiaciones (y desarrollos) del arte “povera”, a sus ensayos escultopictóricos…
Todo un proceso de arte anárquico, atípico, lúcido, transgresor, siempre en pos de la novedad, que no hubiera sido posible sin la “inmersión” de Messa en el contexto del arte catalán (barcelonés, dicho con mayor propiedad) de finales del franquismo. Un arte vitalista, a un tiempo “simultáneo” y “multidireccional”, atraído por el fetichismo (especialmente por los objetos en desuso, asunto tan propicio de las tesituras neodadaístas).
Pero Messa tuvo siempre un problema (mayor incluso que el de haberse desconectado de Barcelona, tras su aislamiento en Albaida): fue siempre un artista ajeno a los envites mercadológicos, pues tuvo la rara virtud de decir no donde los demás dicen sí, y decir sí donde los demás dicen no. Temperamento excéntrico el suyo; huidizo de las modas; neodadaísta hasta la médula.
Vistas estas apreciaciones desde el sentir del tiempo histórico presente -veloz, fugaz, tan inasible como inaferrable es la obra de arte-, y de esas emociones estéticas que de su obra nos llegan, traslado al lector/espectador una hipótesis que -¡ojalá!- no vaya desencaminada: como es sabido se está procediendo -de un tiempo a esta parte- a una “relectura” del arte de las vanguardias, y creo no equivocarme si afirmo que, desde los nuevos enfoques que están ya tejiéndose, la atípica obra de Messa, zigzagueante y hasta contradictoria, será objeto de valoraciones “otras” y de apreciaciones que aún no han sido señaladas.
Juan Ángel Blasco Carrascosa Presidente de la Asociación Valenciana de Críticos de Arte
MESSA: EL VALOR DE LA INQUIETUD
Cuando se cumplen tan sólo unos meses de su fallecimiento, Messa (Albaida 1915 – 1996) continúa siendo un artista escasamente conocido.
Transcurre su bibliografía artística en el ámbito de la tierra que le vio nacer, a diferencia de tantos otros creadores, sin múltiples desplazamientos y enriquecimientos externos. Su interés en trabajar en Albaida no le ha privado, sin embargo, del conocimiento de los movimientos estéticos de su tiempo, convirtiéndose en receptor en los sesenta de corrientes tan dispares como el informalismo, la neofiguración o el neodadaísmo.
Si España tuvo durante la primera mitad de los cincuenta un alto pero reconocimiento internacional gracias al informalismo de Tàpies, Millares, Canogar y Chillida, durante la década siguiente se produce a nivel internacional una reacción de carácter figurativo que encuentra eco en todo el panorama español y que constituyó, sin duda, el primer paso hacia los movimientos realistas de vanguardia. Messa no permaneció indiferente a estas tendencias, que conoció a través de escritos o publicaciones, o las mismas conversaciones con algunos artistas valencianos como Monjalés, Gil, Michavila, Cillero, Nassio, Alfaro.
Como para otros muchos artistas de aquellos años, la espontánea y suave neofiguración, y los últimos coletazos del informalismo matérico no resultaron lo suficientemente radicales para satisfacer sus inquietudes expresivas. Dicho de otro modo, estos movimientos no implicaban ni se comprometían con nada. Ello justifica en cierto modo el auge que alcanzaron en Valencia el pop-art y toda suerte de corrientes realistas. De este tipo de expresiones artísticas renegó abiertamente, pero no fue obstáculo para que se convirtiese en observador activo de esa realidad circundante.
Fue el intento precisamente de actuar sobre la sociedad, lo que hizo que el pintor se radicalizara no sólo temática sino también técnicamente, que creara una serie de piezas más interesantes de toda su producción, aquellas que él mismo denominó “Art gandul” y los “Apegasants”, otras tan singulares como “Crítica política” de 1966 o “I la pau torna a Angola” de 1968. Es evidente que el neodadaísmo de los sesenta le descubrió posibilidades fundamentalmente expresivas que no le permitieron opción a otros estilos artísticos.
La influencia del intelectual Joan Fuster sobre los artistas valencianos de los años sesenta, también alcanzó muy directamente al artista de Albaida. Las implicaciones sociales aplicadas a la pintura, tuvieron mucho que ver con los planteamientos del intelectual valenciano: “Las obras valen y perduran por lo que testimonian. Por debajo de la historicidad pura de la obra está, desde luego, la eterna sustancia humana”. Esto justifica, en cierto modo, que Messa realizara obras particularmente fuertes, de indudables referencias carnales y mecanicistas.
Al filo de la tendencia iniciada antes por Duchamp, Messa tuvo el atrevimiento, a través de, lo que él mismo llamaba esculturo-pinturas, de resaltar sin piedad, con la mayor violencia posible, todo lo oculto bajo las censuras represivas de la sociedad moderna. “La dona”, “Dos sexes”, “Anatomía interior femenina” las tres de 1962 o “Castella la seca” de 1965, fueron trabajos particularmente interesantes en la trayectoria del artista. Como interpretó Alexandre Cirici se trata de “Una visión sexualizada por la posesión del mundo”. Es en verdad una síntesis plástica que recoge el sentido mecanicista frío y distante del dadaísmo, la crítica pictórica y sarcástica a los aspectos más denigrantes de nuestro entorno social: los burdeles y la prostitución.
Joan Fuster decía en 1966, refiriéndose a estas piezas: “Heu de parar-vos, sobretot, i antentament, ben atentament, davant d’aquests “quadres” que Messa ha titulat “construccions”. Tota l’obra de Messa és interessant, no cal dir-ho. Mireu-la sembla nascuda d’una energia fosca, reconcentrada, com un combat alhora sense esperança i sense desistiments. Però crec que són les “construccions” allò millor ens revela el drama implícit en el seu treball”.
Messa alteró el tipo morfológico de la propia anatomía humana para realizar lo que él entiende como especialmente expresivo. Recurre para ello a motivos de valor incluso macabro, como son moldes de plástico de la juguetería infantil -recurso utilizado a finales de los cincuenta por Cuixart- o las antiguas persianas de madera, también presentadas en 1962 por el artista catalán; elementos todos a los que Messa dota de un amplio sentido simbólico en otras como “Destrellat de Messa n° 1″ de 1971 o la serie de las persianas de 1990.
Para Adolf Loos, en su polémica obra “Ornamento y delito” publicada en 1908 “Todo arte es erótico”, la línea horizontal representa a una mujer acostada y la vertical a un hombre amándola. Messa pertenece a ese grupo de artistas que no sólo creen que el arte “es” sino que “debe” ser fundamentalmente erótico.
Pero dentro de la misma línea temática, disecciona con pasión, a veces de humor amargo, con un procedimiento que en ocasiones retorna al infantil, como podía ser el de Jean Dubuffet y otros pintores de art Brut (que tanto agradaban a nuestro artista), con el colorido intenso de Miró y las bellas y emocionantes composiciones abstractas de Torres García. Consigue pasar con suma facilidad de la violencia del color a la serena frialdad del hielo. Desarrolla una fantasía que escapa de convencionalismos.
Pero obras específicamente eróticas se encuentran en la producción de casi todos los artistas, en muchas ocasiones celosamente protegidas por los propios creadores. Muchos de ellos han reconocido a través de sus obras la belleza y la fuerza de lo obsceno: “Vulva” de 1504 de Leonardo da Vinci; “Esclavo moribundo” de Miguel Angel -destinado incluso a ocupar un monumento funerario bajo la cúpula de San Pedro del Vaticano-; el propio autorretrato de Alberto Durero -donde el genial grabador detalló con el más crudo realismo sus partes más íntimas-; el propio Velázquez en su bella “Venus del espejo” o la “Maja Desnuda” del pintor aragonés; o el propio Rodin quien recuperó la presencia de órganos genitales en las esculturas. ¿Quién no es capaz de reconocer en Klimt el encubierto erotismo casi místico o la pasión amorosa en los picasianos dibujos de las Suite Vollard?
Pero con Duchamp, el erotismo traslada una nueva forma, convierte al hombre y a la mujer en máquinas del deseo. Messa se hace eco tan solo en parte, de esa idea cuando él mismo explica: “Pero ¿per què no pintar sensa “pintar”? Combine objectes vells, inútils, absurds; de vegades combinats també amb obres meues pretèrites: Art gandul”. Obras particularmente importantes en este sentido son: “Art Gandul nº 4″ de 1972.
No podemos omitir esculturas como “Objecte”, realizada en 1962, compuesta por esculturas realizadas a partir del empaquetado de objetos de tamaño natural -en esta ocasión de una bicicleta y unos zapatos- con papeles de periódico. Fueron estas dos piezas las primeras sobre las que realizó este procedimiento plástico que curiosamente no volvería a redescubrir hasta 1984 en la instalación y montaje de una de las salas de la Parpalló. En “Les Petites Puces de París”(6), Messa lleva este procedimiento a sus máximas consecuencias, envolviendo una habitación entera y distintos objetos de la misma, un “environement” que hoy podemos contemplar en la parte alta de la casa-museo del artista en su pequeña ciudad natal.
Messa se encuentra al filo de todo y de nada, pero lo más importante artísticamente: pesa sobre él haber intentado esta búsqueda arriesgada, partiendo de sus propias enseñanzas y conocimientos. Intentando, no desde París, New York, Madrid o Barcelona sino desde Albaida, en una época y en un lugar difícil artística y personalmente, vivir el ritmo de los movimientos artísticos de este siglo.
Felisa Martínez Andrés